jueves, 19 de abril de 2012

Diarios de bicicleta



Esta es una entrada adeudada, pero mucho más oportuna en un día como hoy, en el que se festeja mundialmente el "Día de la bicicleta".
Siguiendo una costumbre, ya bastante arraigada en mí, en las pasadas vacaciones de verano me dediqué, entre otras cosas, a leer un libro. Mi idea es leer libros que sean lo suficientemente interesantes para absorber mi atención casi por completo durante ese período que se dedica al desenchufe, despejando pensamientos, divagaciones y preocupaciones, viejas y nuevas, dejándome lista, mental y espiritualmente, para comenzar un año nuevo sin cargas. Algo así como un lavado cerebral. Libros que me aporten algo positivo, con todo lo que eso puede significar, sin importar mucho si son novelas, cuentos, ciencia ficción, o el género que sea. Quizás pueda sonar pretencioso pero, sinceramente, cada verano, cada año (porque el resto del año también leo, eh?) concluyo que en materia de lectura, como en el cine, la música y la comida, hay tanto para conocer, y todo tan interesante, que seguro esta vida no alcanza.
En esa búsqueda, me topé con el genial "Diarios de bicicleta" de David Byrne.
Para los que no saben, Byrne, además de ser una figura trascendental para la música pop de varias décadas, destacado artista plástico y multimedial, es un tipo que anda en bici por la vida. En la ciudad donde reside habitualmente, Nueva York, y en cada ciudad a la que visita con sus presentaciones, David anda con su bici plegable de acá para allá. Como en una especie de estudio antropológico en movimiento, el músico recorre y conoce las comunidades, su gente, sus historias, su música, sus costumbres, desde un punto de vista y alcance distinto al que ofrecen los clásicos medios de transporte.
Así se engendró este libro, en el que el mentor de Talking Heads, relata sus observaciones y vivencias en lugares tan atractivos y disímiles como Berlín, Sydney, Manila, Londres y hasta Buenos Aires. 
En su papel de acérrimo promotor del uso de bicicleta como medio de transporte ecológico, sano, vital y genial, olvidado desde hace tiempo por los habitantes de las ciudades, que nos sumergimos y ahogamos a diario en gigantes autovías e intrincadas estructuras urbanas que nos obligan a encapsularnos, aislándonos de lo que realmente sucede, David nos sube a una bici imaginaria y nos lleva por grandes ciudades, rutas anchas, caminos de tierra, pueblitos vecinos, cercanos y lejanos, todos llenos de vida.

Después de leerlo pensé en varias cosas. Primero sumé algunos sitios a mi lista de lugares que quisiera conocer, después me enorgullecí por ser una vieja reicidente en el uso de la bici, y también hice un mea culpa por mi utilización del auto.
Por mi parte, aunque no diga nada nuevo, creo que una innegable realidad nos sacude: el automóvil, el uso desmedido e inconsciente que de él hacemos, como toda la cultura que lo rodea -además de otros hábitos suicidas que fuimos desarrollando- generaron daños irreversibles al medio ambiente. Algo tiene que cambiar, y sin dudas es nuestra actitud.
La actual y demente guerra por el petróleo, desatada por intereses y capitales inconmensurables como la ambición y codicia que pone en juego, tan lejana que parecía, ahora afecta a nuestro país. Y aunque se levante la bandera de defensa de los recursos naturales, todos sabemos que a los dirigentes políticos -del mundo entero- les importa más el dinero, y el poder que este otorga. El petróleo algún día se acabará, y aunque quizás no lleguemos a vivirlo nosotros, sería importante que pensemos en quienes nos continúan, y en algo que todavía estamos a tiempo de dejar como herencia: amor por la vida y costumbres más sanas y felices, con las que se desarrollen piernas fuertes, para caminar, correr o pedalear. Y de paso, como dice David, "una sonrisa gigante en la cara".

Como cierre les dejo un par de links relacionados y un simpático video, que también invitan a repensar nuestra postura.





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